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China global por un futuro compartido de certezas y esperanza

Por José Luis Rodríguez Zapatero

ChinaDaily.com.cn

Traducción automática de Google (ver original en inglés)

Hace treinta años, la caída del Muro de Berlín alimentó un debate sobre el nuevo orden mundial en ciernes. En la práctica, nadie preveía entonces que en el futuro inmediato China se convertiría en uno de los principales actores de los cambios geopolíticos globales.

Para comprender y evaluar el papel actual de China en el mundo, es necesario, como para todos los grandes temas o países, dejar de lado cualquier sesgo cultural, social o político que podamos tener, como individuos y sociedad, mientras nos preparamos para adquirir conocimiento de la país con el que estamos tratando.

Un mundo multipolar que necesita multilateralismo y gobernanza global requiere la construcción de una comunidad política global más perfecta que comprenda y acepte que el bienestar y el futuro de todos y cada uno de los países depende de la cooperación y el consenso internacional.

El cambio en China ha tenido tres pilares fundamentales: el primero, el progreso económico y social; la segunda, la apertura económica al mundo; y el tercero, el multilateralismo en sus relaciones internacionales, siempre basado en el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países, coherente con la rigurosa defensa de China de su soberanía y el principio de «una sola China».

El principio de «una sola China» es trascendental y siempre lo he defendido como parte central de la identidad de China.

De hecho, el nuevo papel de China en el mundo, su poder económico y su creciente influencia constituyen el fenómeno más importante del orden internacional contemporáneo.

Si nos adentramos en la historia, no es fácil encontrar un proceso de desarrollo y cambio como el que ha logrado China en los últimos 40 años. La consideración natural que acompaña a este logro es, por supuesto, que estamos ante un país de 1.400 millones de personas, alrededor del 20 por ciento de la población mundial, el país más poblado de la Tierra. Y debemos recordar que esta dimensión ha sido una constante en la historia, oscilando entre el 20 y el 25 por ciento de la población mundial.

Como destaca Marcelo Muñiz en su brillante China en el siglo XXI, los datos del Banco Mundial sobre la evolución de China de 1998 a 2018 son llamativos: China ha escalado el ranking de países del número 120 al número 2. Ha multiplicado su PIB por 80. Ha multiplicado su renta per cápita por 40. Ha sacado de la pobreza a unos 800 millones de personas, que para mí es el dato más relevante de todos. Tiene una tasa de alfabetización del 96 por ciento y el 40 por ciento de sus jóvenes va a la universidad.

El número anual de graduados universitarios en China es el doble que el de Estados Unidos y Europa juntos. China tiene el mayor número de graduados universitarios en ciencias e ingeniería. También ocupa el primer lugar en los doctorados en estas áreas. La investigación y el desarrollo representan el 2,5 por ciento de su PIB. Su capital humano también ha experimentado un crecimiento espectacular. En los últimos 40 años se han construido 5 millones de kilómetros de carreteras, autovías y autopistas, además de 190 millones de viviendas y 2.000 presas.

El camino que China eligió tomar hacia el progreso tiene una sorprendente continuidad, que se explica por la determinación de China de convertirse en la primera potencia mundial en las áreas de ciencia y tecnología. Y está cerca de lograr este objetivo: solicita el mayor número de patentes, publica la mayor cantidad de investigación científica y técnica y tiene el mayor número de investigadores en ciencia y tecnología.

Los grandes desafíos comunes que enfrentamos son obvios: apertura comercial, reglas internacionales en el sector financiero, compromiso para enfrentar el cambio climático y cooperación tecnológica - con todo el potencial para incrementar la productividad y el desarrollo - los Objetivos de Desarrollo Sostenible formulados por Naciones Unidas para el 2030 como un gran proyecto para abolir la pobreza extrema y el hambre y extender los derechos de la ciudadanía a todos los continentes y, sobre todo, la resolución pacífica de los conflictos.

Más temprano que tarde, y salvo que prevalezca el egoísmo inútil y la miopía, asistiremos a un período de un nuevo diálogo cooperativo entre los grandes actores de la escena internacional. Estados Unidos, China, la Unión Europea, América Latina, Rusia, India, África - o más precisamente la Unión Africana - deberán acordar un nuevo orden internacional, que será más multipolar y al mismo tiempo más integrado.

En la era de la globalización y la conectividad, el unilateralismo no tiene futuro.

El liderazgo estadounidense en el mundo se originó en su compromiso con el orden internacional tras su participación decisiva, con Rusia, en la Segunda Guerra Mundial para derrotar al fascismo, sin olvidar la resistencia europea y el papel de China en el teatro asiático. Los futuros liderazgos no vendrán del unilateralismo ni del ensimismamiento.

La razón de ser de la UE son la cooperación y la integración. Ahí radica su autoridad, lo que legitima su misión de articular políticas que favorezcan la cooperación, frente a rivalidades o enfrentamientos. Por eso la UE debe ser el árbitro o el facilitador inteligente y constructivo en la espiral competitiva entre China y Estados Unidos.

El marco de relaciones entre la UE y China hace de esta opción estratégica a favor del orden internacional.

China y la UE forman el primer bloque comercial del mundo y ambos están inmersos en un proceso de inversión creciente y recíproco. Los lazos políticos, diplomáticos y comerciales entre ellos se han profundizado en los últimos 40 años, no sin dificultades, por supuesto, pero con un resultado claramente positivo en temas como la confianza y el interés mutuo y una visión compartida del libre comercio frente al proteccionismo. , y del multilateralismo frente al unilateralismo.

Además, la economía china sufrió menos en 2020 entre todas las principales economías y tendrá el crecimiento más robusto en 2021, lo que será decisivo para la recuperación económica mundial.

Antes de la crisis global provocada por la pandemia, China ya era la potencia clave en la búsqueda de un orden internacional que superara la frágil gobernanza de la globalización. Como tal, el papel de China es fundamental para nuestra recuperación de esta crisis económica y sanitaria mundial.

 

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